El Vencedor Está Solo by Paulo Coelho

El Vencedor Está Solo by Paulo Coelho

autor:Paulo Coelho
La lengua: es
Format: mobi
Tags: det_crime
publicado: 2011-02-24T23:00:00+00:00


El chico, oculto detrás de un viejo almacén al que le encantaba ir a esconderse y esperar a que las parejas se acercaran y se acariciaran para masturbarse, llamó rápidamente a la policía. Lo había visto todo. Al principio pensó que era un juego, ¡pero el hombre le había clavado el estilete a la mujer! Debía esperar a que llegaran los guardias antes de salir de su escondite; ese loco podía volver en cualquier momento, y entonces estaría perdido.

Igor arroja la lámina al mar y toma el camino del hotel. Esa vez había sido la propia víctima la que había escogido su muerte. Estaba solo en la terraza del hotel, pensando qué hacer, volviendo al pasado, cuando ella se acercó. No imaginó que aceptaría pasear con un desconocido hasta un lugar apartado, pero ella siguió adelante. Tuvo posibilidades de huir cuando empezó a enseñarle los diferentes lugares en los que el pequeño objeto puede causar una herida mortal, pero siguió allí.

Un coche de policía pasa junto a él, por el carril cerrado al tráfico. Decide acompañarlo con la mirada y, para su sorpresa, ve que entra precisamente en el muelle que nadie, absolutamente nadie parece visitar durante el tiempo que dura el festival. Había estado allí por la mañana, y estaba igual de desierto que por la tarde, aunque era el mejor lugar para ver la puesta de sol.

Pocos segundos después, una ambulancia pasa con la sirena a todo volumen y las luces encendidas. Toma el mismo camino.

Sigue andando, seguro de una cosa: alguien ha visto el crimen. ¿Cómo lo describirá? Un hombre de pelo gris, con vaqueros, camisa blanca y chaqueta negra. El posible testigo haría un retrato robot, lo cual, además de llevar algún tiempo, les haría llegar a la conclusión de que hay docenas, puede que miles de personas que se parecen a él.

Desde que se presentó al guardia y éste lo mandó de regreso al hotel, estaba seguro de que nadie más sería capaz de interrumpir su misión. Las dudas eran otras: ¿realmente Ewa merecía los sacrificios que le estaba ofreciendo al universo? Había llegado a la ciudad convencido de que sí. Ahora, algo distinto empezaba a rondar su alma: el espíritu de la insignificante vendedora de artesanía, con sus cejas espesas y su sonrisa inocente.

«Todos formamos parte de la centella divina —parecía decirle—. Todos tenemos un propósito en la creación llamado Amor. Pero éste no debe concentrarse en una sola persona; está esparcido por el mundo, esperando a ser descubierto. Despierta, ábrete a ese amor. Lo que ha pasado no debe volver. Lo que llega debe ser reconocido.»

Él lucha contra esa idea; no descubrimos que algo está mal planificado hasta que llegamos a sus últimas consecuencias. O cuando Dios misericordioso nos guía en otra dirección.

Mira su reloj: todavía le quedan doce horas en la ciudad, tiempo suficiente antes de coger su avión con la mujer que ama y volver a...

¿... adonde? ¿A su trabajo en Moscú, después de todo lo que ha vivido, sufrido, reflexionado,



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